El Agujero de la Tierra: Una historia de Prosperidad II
El “Gran Búnker nº30” era un completo agujero
subterráneo con dos entradas principales: la primera en la Duna Cimitar y la
segunda, secreta, por el túnel de la orilla del Río de Aceite Atómico. Aunque,
este último, sólo lo conocían las autoridades y los prisioneros.
El
1 de enero de 2085, Robert McClean, presidente de la ONA (Organización de las
Naciones Atómicas), compareció ante el único medio de comunicación del planeta:
la radio Apocalypta (Localización desconocida). La grabación muestra este
discurso:
“Hoy me dirijo a ustedes. Me dirijo a toda la gente
que ha recuperado la fe. Me dirijo a la gente que, incluso, no cree. Me dirijo
a las personas que han caído y que se levantarán. Me dirijo a todos aquellos
clanes que quieren vivir y dejar vivir. A todas aquellas organizaciones que
pueden cambiar y ayudar al mundo… Hoy declaro el nacimiento de una nueva Era.
La Era Yerma. Han pasado 4 años desde que el mundo no es lo mismo, desde que
algunos de nuestros seres queridos no están, desde que las mutaciones han
disparado la mortalidad en la superficie, desde que tenemos que vivir en
agujeros subterráneos…(sjsjpgsjsj)” (Silencio
profundo con un lamento de fondo)
De
repente, el discurso se cortó durante varios segundos hasta que un hombre
extraño habló:
“Señoras y señores, esta emisión se ha cortado ya
que carece de validez. No tengan en cuenta lo dicho anteriormente. Ahora os
comentaré el porqué:
Tras varios años en el cargo, Robert McClean ha
sido destituido de su cargo. El reglamento designa a cada presidente de la OMA
el límite de cuatro años antes de convocar elecciones. Esto se recoge en el
“Convenio Universal Atómico”.
Por ello, yo, Margaret Le Blanc me declaro líder
regente de esta organización hasta las próximas elecciones.
Mi grupo de embajadores y yo trabajaremos al máximo
para mantener la seguridad y la igualdad en cada uno de los búnkeres oficiales
del planeta. Ésta será nuestra primera prioridad. Segundo, se declara la “Ley
Castrense” junto a la prohibición de cualquier mujer y hombre de salir a la superficie
(salvo en casos de fuera mayor).
Por otro lado, queremos comenzar una nueva Era al
igual que nuestro antiguo presidente. Debemos reescribir la historia y, así,
que las nuevas generaciones vean cómo hemos conseguido la tan preciada
supervivencia en este mundo. Así se llamará esta etapa de fe, de solidaridad y
de seguridad: la Era Próspera.
Luchen con fuerza y que nadie se interponga en su
camino.
Presidenta Le Blanc”
Comenzaba
el primer año de la Era Próspera: nuevo líder mundial, nuevo apellido líder. A
nadie le sorprendía lo que escuchaba. Es más, nadie preocupado en comprar
pastillas alimenticias, o en robarlas, se daba cuenta de lo que sucedía fuera
de cada búnker. Aunque la verdad es que antes tampoco. Antes de la explosión
nuclear que devastó la superficie, todos ansiaban por ser acogidos en los
agujeros subterráneos: no buscaban culpables. Una revolución ciudadana era
imposible por las contradicciones de los líderes revolucionaros, desaparecidos
de cualquier búnker oficial hasta hoy día.
Poco
tiempo de su auto-elección, Margaret Le Blanc estableció reglas para todos los
búnkeres repletos de gente. Propuso que cada embajador de la líder fuese a
estos agujeros a poner orden: lo consiguió. Es más, la gente tenía trabajo ya
sea limpiando las tascas, sirviendo a estos embajadores, inventando utensilios
para la vida cotidiana, dirigiendo escuelas o laboratorios… Era como si los
recursos no escasearan. La gente vivía bien y ganaba monedas de chatarra,
recicladas, por supuesto.
En
el “Gran Búnker nº 30” vivían unas 30.000 personas. ¿Cómo era posible eso? Pues
antes de la hecatombe atómica, los científicos tenían preparado todos los
agujeros posibles y, cuanto más grandes, mejor.
Se
dividían tres barrios en este agujero: la división de chatarra, la división de
cobre y la división blanca. La primera y la segunda se parecían bastante en las
viviendas. Vivían mercaderes, limpiadores de establecimientos, dependientes de
tabernas, profesores de escuelas o laboratorios y cuerpos de seguridad de cada
división. Era complejo extraer cada detalle de la organización del búnker, por
ello, todo se aprendía en la escuela. No obstante, mucha gente se fabricaba sus
propias monedas (no había modo de autentificarlas, por lo menos, en la división
de chatarra y cobre). Así, mucha gente no buscaba ocupación en el agujero.
La
división blanca era el barrio donde residían oficiales de seguridad, profesores
especializados, embajadores de la OMA, doctores y científicos. Créanme que no
se conocía el intercambio monetario que realizaban, pero prosperaban.
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